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EL ALJIBE DEL REY O EL AGUA COMO TESORO DEL ALBAICÍN

31.08.18

En bermudas por Granada

 

Quedé temprano para subir al Aljibe del Rey, en el corazón del Albaicín, y charlar con Esteban de las Heras, gerente de la Fundación AguaGranada, sobre uno de los grandes tesoros de nuestra tierra: el agua

Primer apunte: debí levantarme antes y desayunar con más tiempo, que no es buena idea hacer la digestión del café con leche y la tostada de jamón mientras trisca uno por las bellas, pero muy exigentes y empinadas calles de nuestro barrio medieval por excelencia.

Eso sí: en cuanto franqueé la sólida puerta de madera que da paso al Aljibe del Rey, dejé de escuchar las quejas y los gruñidos de mis tripas y solo tuve ojos y oídos para las muchas maravillas que allí dentro se concentran. Para empezar, las vistas. Pocas veces se tiene la posibilidad de disfrutar de tantas y diferentes perspectivas de Granada como las que ofrecen sus diferentes ventanas, terrazas, patios y miradores. Con decirles que lo más impactante no es la mirada a la Alhambra con Sierra Nevada cubriéndole las espaldas...

Personalmente, me quedo con lo bien que se ve la muralla zirí. Lo sé, lo sé. No es lo más espectacular, ni muchísimo menos. ¡Con la cantidad de monasterios, cármenes, palacios y jardines que rodean al que bien podría haber sido la residencia del Visir de la Alhambra, dada su especial localización! Sin embargo, la amplia perspectiva de la sufrida muralla, uno de los monumentos más antiguos de Granada e incluida durante muchos años en la Lista Roja del Patrimonio en riesgo de desaparecer, me trae evocaciones que llegan hasta la época de los romanos, que ya debieron trazar por ahí las lindes de la ciudad. Sin olvidar a Pink Floyd. Que es ver un buen muro y empezar a tararear aquello de another brick in the wall!

Resulta inspirador pasear por el jardín y disfrutar de la amplia variedad de árboles, plantas y arbustos que se concentran en el entorno del edificio central, así como de los diversos detalles decorativos que lo jalonan, todos ellos relacionados con el agua; desde un viejo pozo tradicional, con soga y cubo -y donde aproveché para pedir un deseo, que el NO ya lo tengo- a una de esas enormes ruedas de molino que nos recuerda lo difícil que es comulgar con los dictados de algunos listillos...

Y mucho ojo a unas piezas de solería muy especiales: enormes lajas de mármol blanco incrustadas en el terrazo. Algún fantasmagórico fantasioso podría pensar que se trata de viejas lápidas extraídas de algún cementerio... pero no. Son los antiguos mostradores de los puestos del mercado sobre los que se despachaba el pescado fresco.

Volvamos a la casa principal del Aljibe del Rey, cuyas tres plantas están decoradas con los trabajos ganadores en los diferentes concursos culturales organizados por la Fundación AguaGranada, con grandes cuadros al óleo como principales protagonistas. Y una sorprendente y enigmática terracota de Jesús Montoya, 'El Señor del Agua', un pez antropomórfico digno de haber aparecido en la oscarizada y acuática película de Guillermo del Toro.

Pero la auténtica joya de la corona es, por supuesto, la estancia que le da nombre al lugar, el mayor de los aljibes de Granada, que data del siglo XI y cuyas cuatro naves permitían almacenar 300 m3 de agua fresca. El agua llegaba a través de un ramal de la famosa acequia de Aynadamar que brota en la Fuente de las Lágrimas, en Alfacar, y se utilizaba para regar tanto sus huertas aledañas como las de Víznar, antes de arribar al Albaicín.

Aunque la construcción de la acequia de Aynadamar también se le atribuye a los ziríes, no debemos olvidar que esta dinastía era más proclive a la bronca y a la pelea que a su pasión por las infraestructuras, como nos recuerda Esteban. Podríamos decir que, puestos a tallar, preferían afilar las hojas de sus espadas que las láminas metálicas de los azadones. Y que la poda de los frutales no era la actividad más habitual para sus hachas. Lo más probable es que los ziríes aprovecharan el antiguo trazado de las acequias construidas por los romanos para seguir dando de beber a los habitantes la ciudad.

Bajar al interior

Consejo: aunque las escaleras resulten incómodas, bajen al interior del aljibe, sobrio y austero, con sus paredes de argamasa en bruto. En sus tiempos, estaban encaladas para favorecer la conservación del agua. Por cierto que, para mantener su pureza, en el aljibe solía haber varias tortugas nadando en el agua, lo que contribuye a su limpieza y oxigenación. De ahí que, en cuanto los encargados de velar por la seguridad alimentaria de la época percibían un decaimiento en las tortugas, mandaran desaguar el aljibe y limpiarlo a fondo. Que la muerte por envenenamiento estaba a la orden del día en unos tiempos en que 'Juego de Tronos' era un juego de niños, dadas las complicadas y tempestuosas relaciones entre los miembros de la nobleza granadina de la época.

Insisto: permanecer solos dentro del aljibe, en absoluto silencio, con las luces apagadas y los rayos de sol penetrando la oscuridad a través de los lucernarios, es una auténtica gozada para los sentidos y, a nada que se concentren y dejen volar su imaginación, percibirán cómo les llegan los ecos del pasado. Así las cosas, concierten una visita para conocer el Aljibe del Rey. Es uno de nuestros monumentos más singulares, rebosante de historia y de leyendas.